En nombre de la meta de “un mundo libre de abuso de drogas”, se continúa perpetuando y justificando violaciones a los derechos humanos, pues buscando como fin último la erradicación de las drogas, se atenta contra la vida, el sustento, y la integridad de las personas involucradas en estas economías y dinámicas.
El anuncio marca un claro distanciamiento con las políticas de drogas represivas y abre la puerta a complejas discusiones con instancias internacionales.
Las minorías étnicas siguen viéndose afectadas de manera desproporcionada por la aplicación de la ley y atendidas de forma inadecuada por el sistema sanitario.
La mayoría de los asesinatos tienen lugar en zonas con altos niveles de desigualdad en la tenencia de la tierra, poca o ninguna presencia del Estado y cultivos ilícitos.