La singular estrategia de paz en las favelas de Río
Por Jorge Quintero
El coronel Rogério Seabra Martins, jefe de las Unidades de Policía Pacificadora (UPP), de Río de Janeiro, Brasil, camina sin chaleco antibalas por una ladera en la favela de Vidigal, ubicada en la parte alta de la playa de Copacabana.
Es pleno mediodía. Abajo, la playa está atestada de turistas, arriba, un grupo de jovencitas con uniforme de colegialas van riendo como si no se percataran de la presencia del coronel. Él las deja atrás y señala: "¿Usted cree que esas niñas tienen algún temor de que las violen, de que las maten? Claro que no, y ¿por qué? Pues porque aquí están las UPP", dice orgulloso.
Seabra, que fue policía de Paz de las Naciones Unidas en Guatemala, comanda las 25 UPP que el Gobierno de Brasil ha venido instaurado desde hace cuatro años en Río, y que han significado un viraje en la lucha contra la violencia, que en ese país dejaba, hasta el 2009, 50.000 muertos por año.
Durante las últimas cuatro décadas, la palabra favela ha sido sinónimo de marginación, delincuencia, narcotráfico y muerte. Estos asentamientos (cerca de 1.000 solo en Río) han sido la pesadilla de la hoy sexta economía mundial. La película Ciudad de Dios (2002), dirigida por Fernando Meirelles, le mostró al mundo esa cruda realidad. "Pero el filme se quedó corto", asegura Seabra, quien llegó a Río con solo 14 años, procedente de su natal Brasilia.
Él vivió esa violencia, vio la guerra de cerca e incluso a niños protagonizándola con fusiles. Ya había quedado afectado por el asesinato de 183 uniformados en 2001, cuando llegó ese día. 28 de noviembre de 2010. Los militares llegaron en seis tanques de guerra, disparando con armas calibre punto 50, y apoyados por helicópteros y vehículos anfibios. La Policía y el Ejército se tomaron la favela Vila Cruzeiro, una de las más peligrosas de Brasil, y los enfrentamientos dejaron como saldo 30 muertos, 51 carros incinerados y cientos de heridos. Quedó claro que ese no era el camino.
La violencia cambió en, al menos, 50 favelas de Río. "Se hacían operaciones militares de confrontación bélica, bien intencionadas, pero fracasaban. Se incautaban armas y drogas, pero el efecto era la muerte de policías, de delincuentes y, lamentablemente, de vecinos, víctimas del fuego cruzado, ahora ganamos territorio", explica el subsecretario de Seguridad del estado de Río, Roberto Sá. Y el resultado no se ha hecho esperar. "El año pasado hubo solo tres casos de asesinatos de policías, los homicidios en el país bajaron en un 27 por ciento y los niños, en lugar de armas, tienen balones de fútbol, cuadernos y esperanza", agrega Seabra, quien viaja por el mundo mostrando el modelo de las UPP.
Policías de paz
El secreto parece ser el enfoque comunitario de una estación de Policía que no persigue a los delincuentes sino que prefiere ganar territorio.
"Son hombres capacitados en derechos humanos; nosotros estamos del lado de la gente y no detrás de los bandidos, de esto se encarga la Policía Federal", agrega Seabra.
En las favelas donde está la UPP se han invertido unos tres mil millones de dólares en obras urbanísticas, de saneamiento e iluminación, y de recuperación de puestos de salud, guarderías y escuelas, que hacen parte de la estrategia. Y funciona. Basta recorrer las calles angostas y empinadas de Vidigal para constatarlo: venden recorridos turísticos por las favelas, extranjeros caminan tranquilos con cámaras, los habitantes tienen improvisados negocios de venta de jugo y comida para los visitantes y preparan churrascos (asados) al aire libre mientras escuchan música funky. Por sus calles también ha pasado más de un famoso: el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, Madonna y hasta el exalcalde de Nueva York Rudolph Giuliani En junio, Seabra viajó a El Salvador, donde intentan replicar la experiencia para luchar contra las maras; también fue a Bolivia y tiene invitaciones para México, Honduras y Guatemala.
¿Son entonces las UPP el nuevo milagro de Río? ¿Son el antídoto contra la violencia? Habitantes de Vidigal como Suzana Varjáo, que tiene una tienda de abarrotes, dice que desde que llegó la UPP las ventas aumentaron y que las casas se han valorizado. "Están poniendo hoteles aquí donde nadie quería subir", agrega.
Bemoles
La periodista brasileña Cristina Tardáguila, del diario O Globo, experta en seguridad, dice que detrás de las UPP hay una estrategia publicitaria para el Mundial de Fútbol Brasil-2014. No es gratuito -insiste- que las UPP estén en los entornos de estadios como el Maracaná y la Barra de Tijuca. "Pero el problema de base parece no importarles", asegura. Por eso las críticas van más allá. El diputado Marcelo Freixo, cuestiona, como muchos en Río, la filosofía misma de las UPP. "No atacan a los narcos, no los capturan y les avisan cuando van a llegar las UPP, para que guarden su dinero y se lleven la droga, y evitar la confrontación".
Pero esa es, justamente la esencia de las UPP: "No nos obsesionamos por perseguir a los bandidos, no luchamos contra el narcotráfico; ganamos territorio y le llevamos una mejor vida a la gente", dice Seabra. Cuenta que en las últimas cinco favelas que se han tomado en Río no hubo un solo muerto y ni una sola captura.
Quizá por eso muchos defienden el modelo UPP. Aunque no todas las favelas están en paz, la guerra se ganó en 50 de las mil existentes. Aún quedan milicias en otras y los narcos se han mudado a la periferia. Pero gana adeptos y se reproducirá en 15 favelas más hasta el 2014; serán en total 40 con unos 12.000 policías de paz.
Según Ignacio Cano, del Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad de Río "esta experiencia debería inspirar al conjunto de la Policía para que se persiga, no la victoria sobre el crimen, sino la protección de la población".
Las UPP comienzan a dar frutos en Río
Por lo menos 11,4 millones de brasileños viven en favelas, de acuerdo con el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (Ibge). Según el Censo del 2010, es un 6% de los 194 millones de habitantes del país. Casi la mitad (49,8%) está en el sudeste, en São Paulo y Río de Janeiro. En esta última ciudad se encuentra Rocinha, la más grande del país, con 69.161 habitantes.
Las favelas de Rocinha y Vidigal, vecinas de barrios acomodados como Leblón, Gávea y San Conrado, son hoy un ejemplo de desarrollo inmobiliario y turístico, según constata un estudio del Instituto Brasileño de Investigación Social publicado en marzo pasado. Dice este estudio que los comercios aumentaron sus ventas un 26% desde que se instalaron las Unidades de Policía Pacificadora (UPP).
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